¿Hasta cuándo pagamos nosotras?

| Juana Navarro Martínez |
Àrea de Organización de Confederación Intersindical y STEs-i.

“Ante la violencia institucional, Justicia para Todas” era el lema de nuestra campaña del 25N. Los casos de custodia para padres maltratadores pusieron en la palestra mediática la realidad de la justicia patriarcal, poco después saltarán al primer plano los problemas de las mujeres víctimas de agresiones sexuales y violaciones, pese al cacareado Pacto de Estado contra la Violencia de Género, saltan a la vista las incongruencias del sistema judicial, la falta de formación de la judicatura, el nulo sentido de la responsabilidad de los medios de comunicación.

Si hablamos de violencia contra las mujeres, por el hecho de ser mujeres, tenemos que hablar de una violencia estructural, que se manifiesta, claro está, en los casos más graves como los feminicidios, pero que va mucho más allá de los titulares y de las noticias y los debates en Prime Time.

Foto: amaianos | https://www.flickr.com/photos/aamaianos/

Hace poquito leía el artículo que Lina Gálvez publicó en eldiario.es “El agotamiento social de las mujeres”(1), relacionando la feminización de la pobreza y el uso del tiempo y los cuidados; hace algunos meses, una compañera del sindicato, muy activa en movimientos sociales y políticos, me comentaba que cómo podía ser que las asambleas estuvieran llenas de mujeres y de hombres, pero que cuando llegaba el momento de subir al siguiente nivel, siempre fueran ellos quienes lo hacían.

Y es que al final, cuando vienen mal dadas, siempre pagan los mismos, los más pobres, y de entre todos los pobres, las más pobres, que siempre son ELLAS. Ya sabemos que la mayor parte de las mujeres que perciben hoy pensiones de miseria han trabajado toda su vida, pero no está registrado en ningún sitio; ya sabemos que cuando se recorta en servicios públicos quienes asumen las cargas familiares son ellas, pero eso tampoco se registra en la vida laboral; ya sabemos que si tienes hijas o hijos, tus posibilidades laborales se reducen drásticamente; también sabemos que tu tiempo libre, formarte, participar en la vida sociopolítica de tu comunidad, tu acceso a la cultura, tu TIEMPO al fin y al cabo, son para otros; ya sabemos que si eres mujer, en casa le dedicarás entre 2 y 4 horas más que el resto de personas que vivan en ella a las tareas domésticas y de gestión y organización del hogar (citas médicas, facturas, planificación de compras y mejoras, menús…), ya sabemos todo eso. También sabemos que, si tienes que elegir, vas a ir a la actuación del cole en vez de ir a la reunión de la Plataforma. Que a veces hay que pararse en lo importante, que son las personas que tienes alrededor, y dejar de lado otras cosas “menos importantes”, cogerte una excedencia, dejar de ir a la peluquería, incluso al dentista, no quedar con tus amigas porque quién se va a quedar con… (la persona dependiente que tengas a tu cargo), porque en algún momento de tu vida –dice la revista Science que a partir de los 7 años, las niñas y los niños ya han arraigado los estereotipos de género–, te enseñaron que eso era lo que había que hacer.

Cuando vienen mal dadas, son principalmente mujeres las que trabajan en negro, las que asumen contratos parciales, las que ocupan puestos de trabajo en los sectores más precarizados, que son por supuesto mayoritariamente femeninos. También son las primeras en renunciar a cualquier “extra” que suponga un gasto no necesario, las primeras en asumir trabajo doméstico y de cuidados (que a falta de unos servicios públicos integrales, realizaban otras mujeres aún más pobres).

Ahora vienen mal dadas. Y seguirá siendo así mientras no seamos capaces de cambiar este capitalismo patriarcal, extractivo y destructivo que va en contra del planeta y de las personas. Por eso me interesan tanto las propuestas de la economía feminista, las reflexiones de la ética del cuidado, la importancia de la coeducación y la educación inclusiva, porque son propuestas revolucionarias, que van directas a la línea de flotación del sistema y reivindican otra forma de ser y de estar el mundo, comprometida radicalmente con la vida y el bien común.

Y sí, tiene que haber más mujeres en todos los espacios (2), tenemos que ser capaces de redistribuir los tiempos, de acabar con una visión unidireccional del trabajo productivo, sin contar con el reproductivo, luchar por ponerle fin a toda desigualdad y luchar por la justicia social. Eso es feminismo, y es revolucionario.

(1) http://www.eldiario.es/alternativaseconomicas/agotamiento-social-mujeres_6_717488255.html
(2) Hay que leerse Cansadas, de Nuria Varela.

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