21 de junio Día Internacional por una Educación No Sexista

El 21 de junio se celebra el Día de la Educación No Sexista, y desde la Intersindical queremos reivindicar la necesidad de la lucha diaria por una educación feminista. Así expresada, en positivo. Porque la educación será feminista o no será.

Digámoslo alto y claro: somos feministas, queremos una sociedad feminista y, por supuesto, una educación feminista. Feminista. Esa palabra que tanto escuece en la boca incluso en gobiernos supuestamente progresistas que luego caminan de puntillas en ciertos temas para no ofender demasiado.

Por no hablar de quienes ni tienen el pudor de expresar que no son “ni machistas ni feministas”, o a quienes les falta tiempo pero no vergüenza para promover la mujer “tradicional”, entiéndase sumisa, la que tiene “derecho a comer más o menos, a cortarse el pelo o las uñas”; que son quienes creen que los micromachismos solo existen para mofarse de ellos, quienes minimizan las violaciones y los asesinatos, quienes culpabilizan a Laura por salir a correr sola o a Verónica por grabarse desnuda; son los mismos de las denuncias falsas frente al maltrato; los que, para más inri, se esconden bajo el eufemismo de la “igualdad real”. Son los guardianes del patriarcado.

Y son, por descontado, quienes defienden una educación machista que no merece llamarse educación. Quienes censuran talleres feministas en las escuelas y hasta invocan pines parentales para alejar a sus hijas e hijos de todo filtro violeta. Quienes quieren que, lejos de seguir avanzando todo lo que aún hay que avanzar, retrocedamos décadas de empoderamiento.

Para estos, en su demagogia,  dicen que las y los enemigos de la igualdad y de la libertad  y quienes adoctrinas somos las personas que, desde el sindicalismo alternativo, trabajamos la igualdad, desde nuestras redes sociales, en las reuniones familiares… y por supuesto, desde ese espacio con el que la sociedad puede y debe dirigirse a las y los más jóvenes: las aulas públicas. Espacio donde más zancadillas hemos recibido y recibiremos siempre, porque temen que niñas y niños crezcan en esa igualdad que solo profesan de boquilla.

Pero no solo mancillan la hermosa palabra “igualdad”, sino también la mismísima “libertad”, la “libertad de elección” que espetan hipócritas en un único sentido para destruir la escuela de todos y de todas y que así campen a sus anchas el capitalismo, la religión y el patriarcado, esa triple alianza centenaria. Así promueven la escuela concertada, sostenida vergonzosamente con fondos públicos; y la privada, impune también ideológicamente porque el neoliberalismo bien que lo vale. Así trabajan con denuedo para que niñas y niños estén en contra de eso que los obispos denominan “ideología de género”.

La concertada es además la principal red clientelar de la mayoría de las editoriales de libros de texto homologados por las administraciones, que, o bien son de capital religioso, como buena parte de los concertados, o bien emulan su modelo ideológico para no perder mercado. Y en estos libros, desde luego, no cabe esperar presencia apenas de mujeres más allá de excepciones puntuales. Es algo que se lleva denunciando décadas, pero sigue sin cambiar. Ana López Navajas lo cifró en un 7,6 % del total de menciones de entre todas las personalidades que aparecen en cualquier materia, frente al apabullante 92,4% de referencias masculinas.

Todo ello es bastante significativo al respecto de por qué las niñas, y los niños, crecen sin conocer referentes femeninos, aprendiendo que su lugar debe ser este y no aquel, y que la historia es así y seguirá siéndolo por mucho tiempo, como algo natural, normalizado, institucionalizado incluso.

Pero que las mujeres son invisibles no es sino la falacia más flagrante y más fatídica que las sociedades tienen instaladas hasta sus médulas. Sin ir más lejos, este año hemos podido comprobar con vergüenza que Donna Strickland, la Premio Nobel de Física, no tenía ni siquiera una entrada en Wikipedia, y ese desprecio asumido no fue fruto del azar.

No es solo una cuestión de cantidad, sino de calidad. Ni de contenidos estrictamente académicos. Es cuestión también de educación afectivo sexual, en el respeto por encima de la cosificación pornográfica, en el desprecio ante el mito del amor romántico, en saber no culpabilizar a las víctimas, en enseñar a los niños a no convertirse en agresores.

Es cuestión de reorganizar esos patios patriarcalizados; de impedir que haya bibliotecas escolares sin autoras; o planes de “coeducación” que se limiten tan solo a celebrar días concretos; de eliminar las asignaturas de religión y, por tanto, de machismo. De formar al profesorado más aún, de esperar su feminismo como algo profesional sin vacilaciones y no al albur de la voluntad personal de cada cual.

Llama la atención que, con todo, las chicas saquen mejores resultados, pero solo para luego afrontar más dificultades de acceso laboral que sus compañeros, por no hablar de asumir peores sueldos, un techo de cristal respecto a los cargos directivos y serios obstáculos para conciliar su vida personal con la laboral si quieren ser madres. Ni es todo, por supuesto, una cuestión estrictamente escolar. La educación feminista es la que luego determinará si chicas y chicos pueden librarse de noticias, anuncios o películas decididamente machistas; o si no, si son capaces de deconstruirlos y hasta denunciarlos en lugar de asumirlos acríticamente para gloria del dios del consumo.

Será la de la familia en la que el hermano y la hermana jueguen con los juguetes quequieran, elijan los colores que quieran, vuelvan a la misma hora a casa, y donde la regla no mate a las plantas ni corte la mayonesa. Será la del trabajo en donde las mujeres cobren igual que los hombres, y donde hablen y sean escuchadas sin las interrupciones del condescendiente mansplaining de esos hombres que dicen respetar el feminismo “porque han tenido madres y hermanas”… en lugar de educación.

La educación feminista es la herramienta fundamental para una sociedad libre, democrática, fraternal y sorora. Ahora más que nunca hemos de cuidar lo ya logrado y seguir logrando lo mucho por lograr frente a quienes quieren hacernos involucionar.

Delante nos tendrán.

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