Lola Gaos, el compromiso militante en escena

Artículo de Rafael Calero Palma

El escritor Francisco Umbral dijo de ella que era “una de las grandes actrices de España, que supo imponer su original y angulada personalidad a los esquemas horteras del cine español”, y la describió como una “mujer de una inteligencia ronca y bronca” y como una actriz “gloriosa”.

Luisa Genoveva Carnés Caballero había nacido en la ciudad de Madrid el 3 de enero de 1905. Su padre era barbero y practicante y su madre costurera. Además de Luisa, que fue la primogénita, la pareja tuvo otros cinco hijos, por lo que, como ya se puede imaginar, en su casa no se ataban los perros con longaniza. La niña tuvo una infancia dura, con muy pocos años de escuela y muchos de penurias y escasez de todo tipo. A los once años ya estaba trabajando de aprendiza en un taller de sombreros que regentaba su tía. Así era la España de la época.

El crítico de cine Ángel Fernández-Santos escribió, en su necrológica para el diario El País, que “el nombre de Lola Gaos está asociado a muchos personajes de películas y espectáculos teatrales con riesgo político y de lucha por la libertad”. El Catedrático de Literatura Española Juan Antonio Ríos Carratalá la definió como una actriz “comprometida y luchadora, que aportó una tipología de personajes cuyo recuerdo nos prueba la importancia de los intérpretes de reparto (nunca secundarios)”. Y para el director de cine Rafael Gordon, con quien trabajó en dos cortometrajes a principios de la década de los ochenta, Lola Gaos representaba “el escepticismo vivido, sentido, absoluto,” y en su opinión, era “una actriz que se adecuaba excepcionalmente al trabajo”.

Aún hoy, cuando han transcurrido veintiséis años de su muerte, muchos aficionados al cine seguimos recordando su rostro delgado y anguloso, de rasgos afilados, cortante como una navaja de afeitar; su cuerpo pequeño y delgado, y su voz absolutamente inconfundible, dura y árida, esa voz que la convirtió en una actriz única, a pesar de que nunca gozó de la popularidad incómoda que sí consiguieron otras actrices y otros actores coetáneos. Siempre dio el perfil de “mala” y de esta manera ha transcendido en el imaginario colectivo. Suele ser recordada por sus personajes irreverentes, violentos, sádicos, rebosantes de ira y rencor. Sus caracterizaciones más importantes estaban llenas de aristas, de recovecos, de dobles y, a veces, triples lecturas. Sin duda, la actriz se especializó en interpretar ese tipo de personaje que cae mal al espectador y, francamente, era tan buena actriz que mucha gente la identificaba con esas mujeres malvadas que, de manera tan genial, supo hacer suyas. No cabe ninguna duda de que Lola Gaos, como les ocurrió a otros muchos compañeros de profesión de la época, tuvo que trabajar en muchas películas de las llamadas “alimenticias”, es decir, películas malas, carentes por completo de cualquier mérito artístico. Sin embargo, no es menos cierto, que muy pocas actrices o actores pueden presumir en su currículum de haber trabajado con directores de la categoría de Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem, José Luis Borau, José María Forqué o Luis Buñuel. Y muchos menos aún pueden vanagloriarse de haber participado en algunas de las películas más importantes de la historia del cine español, y estamos pensando en joyas de la talla de Viridiana, Tristana, El verdugo, Atraco a las tres, La Tía Tula, La Busca o Furtivos.

Dolores Gaos González-Pola nació en la ciudad de Valencia, el día dos de diciembre de 1921. Hija de una pareja formada por un gallego, José Gaos y Berea, natural de A Coruña, y una asturiana, Josefa González-Pola y Menéndez, natural de Gijón, que tuvieron catorce hijos, de los cuales sobrevivieron nueve. El padre, que trabajaba en Valencia como  “jurista distinguido como conocedor del Derecho Hipotecario”, en palabras de su hijo José, era un hombre extremadamente culto, librepensador e izquierdista, que supo transmitir a sus hijos su pasión por la cultura, por la música y por la libertad, así como el compromiso con los valores republicanos. Algunos de los hermanos de la futura actriz fueron destacadas figuras del pensamiento y las letras de su época. Así, por ejemplo, tenemos a su hermano José, discípulo del pensador Ortega y Gasset, catedrático de Lógica, y exiliado en México, donde terminó por convertirse en una figura intelectual de primer orden; o sus hermanos Vicente y Alejandro, ambos poetas destacados en la lírica de su tiempo; o Ángel e Ignacio, ambos escritores, además de actor, el primero, y traductor, el segundo. Como vemos, una familia con un profundo amor por la cultura. El cabeza de familia fue todo un referente en la ciudad de Valencia durante la Segunda República y la residencia familiar un lugar de  peregrinaje para los intelectuales nacionales e internacionales que pasaban por la capital levantina. Escribe Ricard Bellveser en el diario El Mundo sobre este punto:

La casa de los Gaos, dado el número de hermanos y el carácter tolerante de su padre, era centro preferido de reunión de los amigos. Constantes son las referencias, las anécdotas, las historias y las alusiones que los escritores e intelectuales españoles y extranjeros, que pasaron por Valencia durante el tiempo que esta ciudad fue capital cultural de la República española, hacen de esta familia, tanto en sus diarios como en sus estudios. El propio Max Aub dedicó monografías a José y Ángel, y los citan Luis Cernuda y Juan Gil-Albert con cariño y admiración.

El padre murió en 1939 en un campo de concentración francés en el Departement des Pyrénées–Orientales, Languedoc-Roussillon, al final de la Guerra Civil. Por este motivo, la familia, que se teme lo peor tras la victoria franquista, decide exiliarse en México. De hecho, varios hermanos son condenados a pena de muerte, aunque en el último instante, las condenas son conmutadas por cadena perpetua.

Durante su adolescencia en Valencia, el anhelo de la joven es estudiar medicina pero la Guerra Civil y la posguerra, con sus fusilamientos, sus exilios, su hambre perenne, su represión sistemática, y su franquismo asesino y cuartelero, no lo permitirán. Una vez establecida en México, entra en contacto con el mundo del teatro, y como para ser actriz no pedían otra cosa que no fueran las ganas y el talento, acaba como meritoria (lo que hoy en día conocemos como una becaria, o sea, que trabajaba sin cobrar) encima de un escenario.

En 1945 regresa a España y, al hacerlo, asume que ha de empezar desde cero y con todas las circunstancias adversas. Una vez en la casilla de salida, la joven actriz empieza a trabajar en el mundo del teatro, y pronto entra en contacto con algunas de las compañías más importantes del momento, como  las de las actrices Mercedes Prendes o Mary Carrillo o la del actor Guillermo Marín. En el teatro, Lola Gaos participó en algunos montajes bastante interesantes para la época, como por ejemplo La casa de Bernarda Alba, de García Lorca, en 1950; Las viejas difíciles, de Carlos Múñiz, en 1966, El pelícano, de August Strindberg, en 1968 o ya en 1980, De San Pascual a San Gil, de Domingo Miras.

El día 28 de octubre de 1956, empieza a emitir en España la televisión. Muy pronto, apenas unos meses más tarde, Lola Gaos comienza a colaborar con esta nueva manera de entretenimiento, que prometía ser fecunda para aquellas actrices y actores con ganas de trabajar. A lo largo de su carrera participó en numerosos programas, series, obras de teatro, etc., y, por supuesto, como le ocurrió en el mundo del cine, tuvo ocasión de trabajar con los mejores del medio. Desde Chicho Ibáñez Serrador a Valerio Lazarov pasando por Jaime de Armiñán o Arturo Ruiz Castillo. A lo largo de toda su carrera participó en programas míticos de la televisión en España, como Historias para no dormir, Historias de la frivolidad, Estudio 1, Novelas, Fábulas, Tres eran tres, Lorca, muerte de un poeta, Las doce caras de Eva, y muchos, muchos más. De todo su trabajo para RTVE, merece la pena destacar su interpretación en la obra Medea, de Eurípides, que fue emitida en el programa Teatro de siempre, en diciembre de 1966, acompañada por otros dos grandes de la escena española, Agustín González y  María Luisa Ponte. Ahora que es sumamente fácil poder visionar este programa, os recomiendo encarecidamente que no os perdáis esta maravilla.

En cuanto al cine, hemos de señalar que, a lo largo de su carrera, la actriz valenciana trabajó en más de cincuenta películas. Su primera incursión en este mundo, tuvo lugar en 1949 y se trató de un breve papel en una película hoy completamente olvidada: El sótano, dirigida por Jaime de Mayora y cuyo guión fue escrito por quien, años más tarde, sería Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela. En 1951, dos jovencísimos directores de cine que habían llegado a la industria cinematográfica hispana con la nada desdeñable intención de renovar el rancio y anquilosado cine español, le ofrecen un papel en la que va a ser su ópera prima: Esa pareja feliz, donde la actriz hace, precisamente, un papel absolutamente metacinematográfico, pues interpreta a una actriz que está rodando una película carca de CIFESA y se tira desde un balcón.

Desde entonces, y hasta 1988, año en que participó por última vez en un rodaje, trabajó en decenas de películas, en todos los géneros imaginables, y con algunos de los mejores directores de cine que ha dado este país. Algunas de las películas en que tuvo la fortuna de participar han entrado, por derecho propio, en la historia del cine. Es el caso, por ejemplo, de Viridiana, la primera obra que el genial Luis Buñuel dirigió en España desde su exilio mejicano tras la Guerra Civil y que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes en 1961. En esta extraordinaria película —la revista Rockdelux la incluyó en el puesto número cuatro en su lista de las mejores películas de la historia del cine español— Lola Gaos interpreta a Enedina, una de las pordioseras que acuden a la cena que ofrece Viridiana. Es inolvidable el momento en el que su personaje se levanta la falda como si estuviese haciendo una foto al grupo, algo que, por cierto, cabreó bastante al Vaticano y al régimen franquista. También es magistral su interpretación de Saturna, la criada, en Tristana, también de Buñuel.

No obstante, su gran papel en el cine es su único papel protagonista: Martina, la madre incestuosa de Furtivos. Esta película hubiera sido prácticamente imposible sin la presencia de Lola Gaos. José Luis Borau, director, actor, productor y coguionista de la película junto a Manuel Gutiérrez Aragón, tenía una idea para realizar su cuarto largometraje. Consistía en hacer una película protagonizada por Lola Gaos, en la que saliera un  bosque y que fuera una crítica (solapada, pero crítica al fin y al cabo) al régimen franquista. En palabras del propio Borau, la película es “un cuento de hadas habitado por la crueldad y la corrupción».

Así resumía el crítico cinematográfico Diego Galán el argumento de esta película:

Un bosque donde viven Martina (Lola Gaos) y su hijo Ángel (Ovidi Montllor), alimañero furtivo. Les visita a veces el gobernador civil (José Luis Borau), hijo de leche de Martina, aficionado a la caza, que disimula las actividades ilegales del muchacho así como sus extrañas relaciones incestuosas. Un día, Ángel altera la vida de todos cuando conoce en el pueblo a una chica huida del reformatorio (Alicia Sánchez), amante del Cuqui (Felipe Solano), y se la lleva consigo (…).

Furtivos fue un auténtico bombazo en la España de 1975, ese país en el que la bestia fascista agonizaba en su cama mientras todos los demás cruzábamos los dedos para que muriera cuanto antes mejor. La película de Borau ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de ese año, y Lola Gaos la Medalla a la mejor actriz protagonista concedida por el círculo de escritores cinematográficos, entre otros muchos premios. La cinta estuvo secuestrada por la censura durante mucho tiempo pero finalmente se pudo exhibir y fue un éxito rotundo de público y crítica. Y es que era una diatriba despiadada contra Franco y su régimen moribundo y carroñero y contra sus estructuras de poder corruptas y sanguinarias. Y encima la banda sonora la compusieron las Vainica Doble. Para mí, muy pocas escenas en la larga historia del cine, y no solo del español, sino de cualquier nacionalidad, tienen la fuerza expresiva de la escena en que Ángel-Ovidi Montllor va caminando por el bosque nevado con su madre para pegarle un tiro. Ese primer plano del rostro de Martina-Lola Gaos, cuando la mujer se arrodilla sabiendo lo que va a ocurrir es, en mi opinión, uno de los momentos más poéticos, salvajes, bellos, directos y brutales, que se hayan visto en este arte llamado cine.

No podemos terminar esta semblanza de la actriz Lola Gaos sin mencionar su activismo político. Durante la mayor parte de su vida, fue una convencida comunista y feminista, aunque sin militar directamente en ningún partido político. Nunca hizo nada por ocultar sus simpatías políticas. Esto le ocasionó más de un quebradero de cabeza, pues muchos productores se negaban a darle trabajo. Siempre fue un referente ético de la lucha antifranquista en los escenarios y los platós de televisión. Participó en cientos de asambleas junto a sus compañeras y compañeros, también en mítines y no era raro verla en las celebraciones del día ocho de marzo. Poco antes de su muerte, la actriz fue entrevistada para el programa de Televisión Española Queridos cómicos. En aquella entrevista, realizada en su casa, se podía ver detrás de la actriz una fotografía enmarcada de Ernesto Ché Guevara. Cuando la persona que la está entrevistando le pregunta por el oficio de actriz, contesta con esta declaración de principios:

Al actor no se le da la categoría de trabajador, no sé por qué, (…) Cuando voy a trabajar voy contratada con un salario que será más grande o menos grande, pero exactamente igual que el señor que me arregla el televisor. Entonces, ¿por qué nos llaman artistas y nos niegan la categoría de trabajadores?

Lola Gaos murió el día cuatro de julio de 1993, de un cáncer, después de varios años condenada al ostracismo y a las penurias económicas que arrastraba en los últimos años de vida, cuando ya no podía trabajar por motivos de salud. Sin embargo, nunca se arrepintió de haber elegido el trabajo de actriz. Tras su muerte, fue incinerada y sus cenizas esparcidas en las aguas de su querido mar Mediterráneo.

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