La brecha salarial, un lastre que perpetúa las desigualdades entre mujeres y hombres.

Artículo de Isabel González López
Organización de Mujeres de Confederación Intersindical.

Los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística en la Encuesta Anual de Estructura salarial 2007, publicada a finales de 2009, refleja una evidente diferencia salarial entre hombres y mujeres: el salario de las mujeres españolas es un 25,6% inferior al de los hombres. Las diferencias salariales comprenden la desigualdad promedio que existe entre los ingresos por hora de hombres y mujeres en todos los sectores de la economía. En términos de dinero, por cada euro que ganan los hombres, las mujeres sólo obtienen 74,4 céntimos. Por tanto, las mujeres cobraron de media 5.836,4 euros menos que los hombres en 2007, aunque esta diferencia se reduce, según esta encuesta, si se consideran situaciones similares respecto a variables como el tipo de contrato, la jornada, la ocupación o la antigüedad, entre otros. El Informe afirma que la desigualdad de la distribución salarial entre hombres y mujeres «es apreciable» y así, en 2007, el 20,2% de las mujeres tenían ingresos salariales menores o iguales al Salario Mínimo Interprofesional, mientras que sólo se encontraba en esa situación el 7% de los hombres. Además, el 16,7% de los hombres tuvo unos ingresos cuatro veces superiores al Salario Mínimo Interprofesional frente al 7,4% de las mujeres, diferencia que se debe principalmente al mayor índice de precariedad laboral en las mujeres, como la temporalidad y el empleo a tiempo parcial.

(…) se hace necesario arbitrar medidas urgentes y contundentes que permitan a las mujeres acceder a un empleo de calidad, exigiendo la transparencia en los sueldos, la aplicación de las leyes en materia laboral, con los Planes de Igualdad y convenios colectivos que contribuyan a erradicar la desigualdad y, si fuera necesario, adoptar medidas sancionadoras más contundentes a los empresarios que no lo cumplan.

BilleteMontajePor Comunidades Autónomas, el salario medio de las mujeres fue en 2007 entre un 20 y un 30% inferior al de los hombres. Las diferencias más acusadas correspondieron a Aragón y Asturias, donde las mujeres percibieron un sueldo inferior a los hombres en un 31,08% y un 29,86% respectivamente. La otra cara de la moneda la presentaron Canarias y Extremadura, ya que la desigualdad se redujo a un 13,6% y a un 15,78% cada una.

Es importante tener en cuenta que la brecha salarial entre hombres y mujeres en España es muy superior a la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 18%. En las economías europeas más avanzadas, como las escandinavas, las mayores diferencias salariales entre hombres y mujeres se producen en los empleos de alta cualificación; sin embargo, en España y en otros países del área mediterránea, las mujeres tienen salarios más bajos que los hombres, no sólo en los niveles altos, sino también en los empleos menos cualificados.

Lo más destacable en Europa es que la desigualdad salarial no ha variado en los últimos quince años, incluso ha aumentado en algunos países.

El problema es que esta desigualdad no sólo  repercute a las mujeres en el salario que cobran cada mes, sino que les repercute a lo largo de su vida, pues tener un salario más bajo significa menores indemnizaciones en caso de despido, inferior prestación por desempleo, disponer de una pensión más baja, etc.

Por ello, es necesario reflexionar sobre los motivos y las razones  por las que no se logra superar esa brecha, especialmente en España. Es necesario valorar que, a pesar del importante incremento de mujeres en el mercado de trabajo y de que las mujeres están hoy significativamente mas preparadas que las de hace sólo dos décadas, a pesar de que las mujeres son las que llegan en mayor número a la universidad, obtienen las mejores notas y finalizan antes los estudios, sin embargo el mercado de trabajo les pone continuos obstáculos,  las mujeres no ocupan los puestos de responsabilidad y están más presentes en las profesiones peor pagadas, es decir, las mujeres se incorporan al trabajo en condiciones diferentes y peores y arrastran las diferencias a lo largo de la vida laboral.

Sin duda, las razones de las desigualdades salariales son muy complejas porque intervienen múltiples factores, como los prejuicios sociales, los estereotipos,  la falta de corresponsabilidad en las familias, la formación, la economía, las acciones legislativas, etc. Las mujeres no perciben el mismo salario que los hombres principalmente porque no ocupan los mismos empleos, es decir, porque persiste la segregación horizontal, que concentra a las mujeres en ciertos sectores de la actividad y en ciertas ocupaciones; y la segregación vertical, que supone un desigual reparto de hombres y mujeres en la escala jerárquica e impide a las mujeres acceder a los puestos de decisión y mejor remunerados. Además de estos, contribuyen otros factores, entre otros, la persistencia de ciertos prejuicios sociales y estereotipos que presuponen que las mujeres están menos disponibles y que son menos capaces que los hombres y que su implicación en el mundo laboral es inferior a los hombres; o a la presencia mayoritaria de mujeres en los empleos precarios y a tiempo parcial, lo que supone un salario reducido, etc.

Por todas estas razones, es necesario rearmar la conciencia crítica sobre los mecanismos de perpetuación de las desigualdades, así como romper con los estereotipos de género que impregnan nuestra sociedad y abrirla en igualdad de condiciones y de derechos tanto a las mujeres como a los hombres. Además, se hace necesario arbitrar medidas urgentes y contundentes que permitan a las mujeres acceder a un empleo de calidad, exigiendo la transparencia en los sueldos, la aplicación de las leyes en materia laboral, con los Planes de Igualdad y convenios colectivos que contribuyan a erradicar la desigualdad y, si fuera necesario, adoptar medidas sancionadoras más contundentes a los empresarios que no lo cumplan. Por otra parte, se deben establecer de forma prioritaria servicios públicos que contribuyan a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral de los hombres y mujeres trabajadoras. Sólo aplicando medidas urgentes y contundentes se logrará una mayor autonomía e independencia económica de las mujeres.

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